jueves, 25 de septiembre de 2014

Sobre los chinelos y el espíritu

De niño no creía en los chinelos (es necesario saber qué son los chinelos para seguir leyendo). Pero si lo pensamos bien, es una idea muy rara: Estás en una fiesta tranquilo, disfrutando a la familia o a los amigos y de pronto ¡Pum! aparecen estos seres de barbas picudas y trajes coloridos, una banda musical, banderas y confetis, hechan un chingo de desmadre y después, igual que cuando llegaron, tan sólo desaparecen. 
Yo tenía unos cuatro años cuando una amiguita me contó de su existencia, pero no le creí. Pensé que me quería tomar el pelo con historias de "a mis fiestas van duendes y hadas y dragones y Chabelo y tengo un primo que mide 3 metros". Quizás por eso recuerdo tan nítidamente la primera vez que los vi cara a cara (cara a máscara, pero igual se entiende). La sensación de "sí existen" es algo irrepetible; le avisaba a todos "¿ya vieron? ¡chinelos!" probablemente para asegurarme de que no fuera una alucinación mía ("díganme que ustedes también los ven").

En general sigo siendo una la persona escéptica, pero suelo recordar esta anécdota cada que pienso o mencionan temas esotéricos. 
Gracias a Dios (pun intended) no conozco todo. Me encanta descubrir cosas nuevas y por eso estoy constantemente investigando acerca de temas distintos a mi área de especialidad, pero particularmente en cuestiones religiosas no suelo meterme, pues ¿cómo podría entender algo que me sobrepasa de tal manera? Simplemente no tengo la sensibilidad necesaria para percibir lo metafísico, como si fuera un discapacitado espiritual. Por eso admiro a quienes me demuestran su fe de manera honesta, me encantaría sentir su misma pasión por algo.

Me gusta la idea de la religión, de un Dios benevolente y cuando llegue a las puertas que San Pedro guarda, espero sentir la misma emoción que viví al ver los chinelos por primera vez.




 Como Lutero dijo "Hay salvación fuera de la iglesia, pero no fuera de Dios".

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